Back-up de textos de Germán Navas

Espacio que utilizo para mantener a salvo todo lo que escribo: cuentos, notas periodísticas, poesías, letras de canciones, fórmulas, historietas y recetas de cocina. Seguramente sea mi espacio más íntimo en la Web, por eso te pido discreción.

martes, noviembre 20, 2007

Práctica Secreta

En casa solemos injerir continuamente diferentes bebidas alcohólicas: mezclamos ron con vino blanco, Gancia con vodka, tinto con licor de frutas, fernet con cerveza negra, siempre hasta vomitar. También solemos darnos vuelta aspirando pegamento, metiéndonos pastillas de éxtasis y LCD, armamos cócteles con Ribotril, Alplax y otros fármacos, y después fumamos indiscriminadamente marihuana, crack, haschís y paco (pasta base), siempre en altas dosis. A menudo armamos rondas en las cuales aspiramos cocaína (eso sí, de la buena) y nos inyectamos heroína a más no poder. Luego de ello, nos desnudamos y armamos incestuosas orgías todos juntos, sin cuidarnos (hablo del uso del forro).
Sin embargo, existe una práctica que cada unos de nosotros mantiene en secreto: tomamos GATORADE a escondidas. En silencio, sin decir nada. Y nadie más se entera de ello.

domingo, noviembre 18, 2007

Changuitos por doquier

Si tuviera que brindarles una explicación basada pura y exclusivamente en la intuición, atribuiría este extraño fenómeno, sencillamente, a la época del año. Ahora bien, si optara por encontrar una explicación racional a lo sucedido, no sé exactamente qué es lo que habría de señalar. Tal vez, lo imputaría a la peculiar disposición de los astros, la cercanía al Sol, la humedad que flota en el aire, el polen que emiten ciertas especies de flores, o a todo ello junto. Vaya a saber uno qué es lo que está ocasionando que cada día aparezcan más changuitos de supermercado en los lugares que todos nosotros solemos frecuentar...
Relataré brevemente, a fines ilustrativos, la experiencia por mí vivida durante la última semana:
Lunes 19 de diciembre – 2:10 PM: Me vi envuelto en una congestión de tránsito en esquina porteña de 9 de julio y Córdoba, a causa de un changuito que circulaba sin conductor aparente, en dirección al Obelisco.
Martes 20 de diciembre – 11:40 AM: En la terraza del edificio en el que vivo, una señorita de unos 20 años, aproximadamente, reposaba dentro de un changuito, con sus extremidades saliendo por fuera, procurando absorver la mayor cantidad de rayos del llamado “sol malo”.
Miércoles 21 de diciembre – 8:15 AM: Mientras hacía la cola en Tribunales para ser atendido en el Juzgado Civil y Comercial Nº 7 de Morón, pude apreciar entre centenares de expedientes, que un enorme chango de supermercado estaba siendo utilizado para albergar aquellas actuaciones de menor envergadura.
Jueves 22 de diciembre – 10:05 AM: El cartero irrumpió en mi domicilio, repartiendo diversas cartas, las cuales eran transportadas –al igual que las de todo el vencidario- en un simple changuito.
Viernes 23 de diciembre – 6:30 PM: En mi clase semanal de natación. Una pareja situada en el andarivel lindero al mío utilizaba el chango como elemento de góndola y se trasladaban a lo largo de la piscina –cada uno sirviéndose de un par de remos- cual si estuviesen en Venecia.
Sábado 24 de diciembre - 11:30 AM: Se inauguró la Primera Muestra de Changuitos del Mundo, en la Rural.
Lunes 26 de diciembre - 4:16 PM: Ante el desenfrenado crecimiento de este fenómeno, se sanciona una nueva ley provincial que obliga a utilizar casco a quienes porten un changuito en la vía pública, y a patentar por modelos los changos de propiedad de los particulares.

Me resulta difícil comprender qué es exactamente lo que impulsa a la gente a relacionarse con estos simpáticos carros metálicos con rueditas. De todas formas, yo ya tengo el mío: me lo regaló mi hermana la semana pasada, en ocasión de mi último cumpleaños. Si bien desconozco su procedencia, ya lo tengo en perfectas condiciones y debidamente patentado.

domingo, noviembre 04, 2007

Cómo combatir la tabla de inodoro inestable

He tenido la dicha de observar últimamente, cada vez con mayor frecuencia, que los hombres que habitamos este mundo estamos viéndonos expuestos a un fenómeno ciertamente novedoso, curioso y hasta el momento desconocido por quienes honramos el sexo “M” que llevamos orgullosamente en nuestro Documento de Nacional de Identidad.
No me considero de ningún modo un estadista, y hasta me atrevería a anunciar sin el menor asomo de duda, que detesto a los imbéciles que pasan su vida proclamando: “Ocho de cada diez personas…”, “Cinco de cada diez madres…”, “Quince de cada cien albañiles…”, etc. Pero en esta ocasión debo admitir que de los últimos diez inodoros ajenos que he tenido el (dis)gusto de visitar, en al menos cuatro me ha ocurrido exactamente el mismo fenómeno insólito. Hago referencia, puntualmente, a los defectos de diseño industrial que estos retretes adolecen, los cuales por sus características, digamos “morfológicas”, le impiden a uno subir la tabla para orinar y que ésta permanezca vertical, inmóvil, sin necesidad de tener que sostenerla para que no vuelva a derrumbarse en dirección a nosotros, obedeciendo a una cuestión puramente física, en tanto que el ángulo que se forma entre el inodoro propiamente dicho y la tabla que intentamos levantar y sostener verticalmente, es evidentemente inferior a noventa grados.
Tal circunstancia me lleva a formular ciertas hipótesis de diversa índole y raigambre, las cuales pasaré a exponer sucintamente:
Hipótesis Nº 1: “La mala formación académica de la última camada de diseñadores industriales –en función de las bajísimas exigencias educacionales universitarias y la perniciosa flexibilización del sistema de evaluación aplicado- ha traído arraigada la torpeza e ineptitud de aquellos que hoy corren con la responsabilidad de la fabricación retretal, y consecuentemente, con el mantenimiento del orden natural excretorio.
Hipótesis Nº 2: “El avance del postmodernismo y la colosal influencia de las prácticas culturales propias de las naciones europeas pope, por sobre las nuestras, vienen auspiciando desde la década de los noventa novedosas prácticas de uso de los toilettes, entre las cuales ha acogido un importante auge aquella referida a la instalación de una tabla de inodoro que nunca puede quedar sostenida per se.
Hipótesis Nº 3: “El Movimiento Feminista Revolucionario surgido en Europa durante los años setenta, ha promovido en nuestro país un nuevo y funesto ataque al sexo enemigo mediante un corrupto mecanismo de soborno a los obreros de las principales fábricas de inodoros, a fin de que estos trabajadores produjeran ciertos “descuidos” en determinadas etapas de su labor, de modo que los usuarios se vean incomodados al momento de su descargo fluvial.
Hasta tanto arribe a conclusiones impetradas sobre bases puramente fácticas –pues me encuentro investigando el fenómeno minuciosamente y almacenando en mi poder elementos de prueba contundentes- me siento en el deber de alertar a la población masculina sobre el avance de este tipo de prácticas, y a su vez, de aconsejar cuáles son las posibles formas de combatir la “tabla de inodoro inestable”.
El primer gran recurso que podremos poner en práctica -y así salir victoriosos de la embarazosa situación- consiste en sostener con el pie la tabla, de modo que tendremos nuestras manos libres como para realizar todo el ritual que solemos llevar a cabo los hombres antes de evacuar aguas. Además, este ejercicio nos proporcionará cierta elongación en las piernas, que podrá suplir –muchas veces- nuestra concurrencia al gimnasio. Como gran desventaja, podría señalar que este método, conocido como “free hands” o “manos libres”, requiere un gran control de equilibrio corporal.
En caso de no poder lograr llevar a cabo el ejercicio anterior –o hasta tanto reunamos la práctica suficiente como para ponernos en forma-, nos queda una segunda opción, consistente en sostener con la mano menos hábil la tabla, al tiempo que con la restante tomaremos nuestro elemento de desagüe desagotándonos hidráulicamente. A diferencia del primer caso, este último no requiere grandes habilidades de coordinación.
Una tercera alternativa ante la problemática en cuestión podría resolverse colocando el rollo de papel higiénico o algún tubo desodorante verticalmente entre el inodoro y la tabla, cumpliendo la función de sostén. Ello nos brindará una absoluta libertad corporal de acción, pero correremos el riesgo de que el elemento logre zafarse, caiga y se pierda entre los fluidos urinales, por lo que, honestamente, desaconsejo este tipo de práctica.
También existe la posibilidad de quitar por completo la tabla del inodoro, pero ello requeriría ciertos conocimientos específicos en materia de mecánica y plomería, de forma tal que posteriormente pudiésemos volver a atrancar el mecanismo del mismo modo que como lo encontramos en un primer momento, lo que otorga a esta maniobra en el carácter de “arriesgada”.
Para ir concluyendo el presente esbozo, me vuelvo a ver en el deber de informarles cuál es mi método de preferencia a aplicar cada vez que me encuentro con una situación de esta índole. Y precisamente, no es ninguno de los anteriormente mencionados, sino que radica en bajar la tabla, dejar todo nuestro orgullo masculino de lado, sentarnos y sentirnos en nuestra intimidad, por un momento, mujer. Nadie más que nosotros se enterará y podremos relajar nuestro organismo por completo.
Esperando haberles servido de ayuda, los invito a poner en práctica esta teoría en su plenitud, y no duden en escribirme relatándome sus experiencias personales. Hasta cualquier momento.

Germán I. Navas