Back-up de textos de Germán Navas

Espacio que utilizo para mantener a salvo todo lo que escribo: cuentos, notas periodísticas, poesías, letras de canciones, fórmulas, historietas y recetas de cocina. Seguramente sea mi espacio más íntimo en la Web, por eso te pido discreción.

miércoles, junio 27, 2007

Somos un grupo de individuos que se caracteriza por llegar tarde a todas partes.

Somos un grupo de individuos que se caracteriza por llegar tarde a todas partes. Conformamos una cooperativa y queremos que te unas a ella, sin importar tu sexo, edad, peso o condición social. Llegamos tarde a todo tipo de eventos: espectáculos deportivos, conferencias, actos políticos, recitales, obras de teatro, cumpleaños, o donde fuere que haya que cumplir un horario estricto. Si estás interesado, y querés contactarnos, cada lunes nos reunimos a presenciar la puesta del Sol en el Rosedal de Palermo a las 19:45 hs., que es el horario en que -precisamente- el Sol se ocultó por completo.
La cuota mensual para asociarte a nuestro grupo es de $20 (sin embargo, nadie la paga jamás, pues todos aquí pretenden ingresar al banco a depositar el dinero una vez que el mismo cerró).
¡Te esperamos!

Nota del editor: Este artículo debió ser publicado durante el día de ayer, pero un atraso en el pago de nuestra última factura del Servidor de Internet nos imposibilitó, por algunas horas, tener acceso a la red.

miércoles, junio 13, 2007

Modo Stemponi

- q hay pa cenar? –quiso saber el joven Rodrigo Stemponi
- tan los knelones ksi listos, perá… –contestó María Eva Chávez de Stemponi, y se levantó en dirección al horno microondas.
Inmediatamente llegó la pequeña Daiana Stemponi con sus ropas húmedas y se sentó en la mesa.
- xq tas mojada? –se alarmó su madre.
- xq ta lloviendo!!
- pgate un bano, q t podes enfermar! –intervino el padre, Don José Luis Stemponi, que hasta el momento había permanecido callado, con los pies reclinados sobre la mesa.
De tal modo, Daiana se levantó, y poco a poco fue creando a lo largo de la casa un ligero caminito de gotas y charcos que nacía en la cocina y terminaba en el baño, confundiéndose con el agua que provenía de la ducha y golpeaba fuertemente sobre la bañera.
- cmo t fue en la entrevista amor?
- mal –gruñó María Eva e inmediatamente apoyó los canalones con mucho cuidado, ayudándose con un repasador, sobre una tablilla de madera circular.
- xq?
- no c bien xq pero pienso q no les cai bien
- animo pera q t den los resultados antes d deprimirte –intentó consolarla José Luis.
El joven Rodrigo Stemponi sacó un cigarrillo de marihuana del bolsillo de su campera y lo encendió.
- desd cuando vos fumas porro? –quiso saber el padre, tenso.
- desd ha 3 anos maso –y con total despreocupación pegó tres pitadas profundas sobre el cigarro.
Entonces la madre se pronunció: - amor nuestro hijo c droga, q podemos hacer? –y como Don José Luis Stemponi no contestó, procedió a quitar el pitillo de la boca del joven y continuó prestando atención al reportaje que estaban emitiendo en la TV.
- pa, x favor cambia d canal xq empieza mi programa –exigió la pequeña Daiana, que aun, envuelta en toallones, se integró a la cena con el resto de su familia.
Y Don José pensó: "No, de ninguna manera pondría esa basura de programa que tanto te gusta ver, donde todas las mujercitas de tu edad se visten con ropa de marca, hablan con la nariz, y no hacen más que propagar el estúpido ideal de la sociedad de consumo, que no produce otra cosa que competencia entre los muchachitos y anorexia y bulimia entre las adolescentes. Es a causa programas como esos, que nuestro país está perdiendo su verdadera identidad y todos nos estamos olvidando quiénes en verdad somos."
Sin embargo, era un párrafo demasiado largo para ser escrito en un mensaje de texto, de modo que posó su teléfono celular sobre la mesa, cogió el control remoto y bajó tres canales, satisfaciendo así la requisa de su hija.
- grax pa!
- d na.

miércoles, junio 06, 2007

Misa y Música

Ayer asistí a una misa en la que se conmemoraba un año desde la muerte de mi abuelo. Me llamó la atención que habiéndose llevado a cabo la ceremonia en un templo de culto católico, el grueso de mis familiares allí presentes profesaban el judaísmo. Paradójico, si se quiere. Y yo, que me abstengo de cualquier injerencia religiosa en mi vida, mientras esperaba el comienzo de la ceremonia, logré sacar cálculos de que hacía diez años, más o menos, que no pisaba una iglesia. No obstante ello, cuando el clérigo comenzó a dirigir la misa, me fueron despertando, poco a poco, aquellas huellas grabadas en alguna parte de mí, producto de los años de instrucción cristiana recibidos a lo largo de mi educación primaria y secundaria. Comencé a rememorar con cierta nostalgia todo lo vivido en mis precoces clases de catecismo, llegando incluso a añorar lo que significó mi primera comunión. En el momento en que resonaron los inaugurales cantares de iglesia, entoné con fervor –y respeto- cada una de las melodías dirigidas al Señor: “Osana”, “Toma mi vida nueva”, “Un buen pastor”, entre otras. Intenté esforzarme por afinar y cantar claramente, modulando cada músculo y aflojando las cuerdas vocales, tal como me lo pedía un viejo profesor en las épocas en que tomaba clases de canto. Yo me encontraba situado en uno de los bancos más cercanos al altar, y el resto de mi familia reposaba detrás mío, de modo que yo no los podía ver a ellos, pero ellos sí podían verme a mí. Cuando la ceremonia concluyó, y una vez que pudimos reunirnos todos fuera de la capilla, mis familiares se me acercaron, me palmearon, unos me abrazaron, otros me besaron, y finalmente me preguntaron si había recuperado la fe en Dios. Esa misma fe que había perdido sensiblemente con el devenir de los últimos años. Les contesté en forma negativa. Simplemente, canté todas esas canciones con tanta vocación y tanto esmero, por respeto a la música. Porque yo amo la música, y ella es mi única religión, y lo será siempre. Y no puedo permitirme faltarle el respeto descuidando mi entonación, sólo por el hecho de no estar de acuerdo con el contenido de aquellas devotas letras, o bien, por carecer su mensaje de cualquier significancia, de acuerdo a mis fieles convicciones. De otra forma, ello sería traicionarme, faltarme el respeto. Sentí una pequeña desazón cuando pude darme cuenta de que mis familiares no lograron comprender lo que yo intentaba transmitirles. Pero luego entendí. Así como yo no soy creyente, ellos no son músicos. Y sobre todas las cosas, rescato algo muy positivo de la experiencia vivida en el día de ayer: todos nosotros salimos de aquel gigantesco lugar místico con el alma llena. Mientras unos tienen el Dios hebreo, y otros tienen el Dios católico, yo tengo el Dios músico.