Back-up de textos de Germán Navas

Espacio que utilizo para mantener a salvo todo lo que escribo: cuentos, notas periodísticas, poesías, letras de canciones, fórmulas, historietas y recetas de cocina. Seguramente sea mi espacio más íntimo en la Web, por eso te pido discreción.

lunes, septiembre 02, 2019

Tolkien

Cuando cumplí 13 años mi madrina me regaló mi primer libro. 'El Hobbit', se llamaba, y a partir de ahí me iniciaría en la lectura. Hasta entonces yo sólo leía revistas e historietas: ya había dejado atrás Billiken, Anteojito y Patoruzú para centrarme en 'El Gráfico', porque me gustaba mucho el fútbol y quería ser periodista, como mi abuelo. Pero aquel libro de Tolkien provocaría un auténtico giro literario en la vida que yo mismo estaba protagonizando. 'El señor de los anillos' fue su irremediable sucesor. Leía adonde sea que fuere, siempre llevaba la novela conmigo. Tolkien había creado un universo mitológico propio, y no hay nada más fascinante que las personas que crean universos propios. En 1995 no conocía mucha gente que leyera a Tolkien, pero cuando llegó la internet descubrí la existencia de la ATA (Asociación Tolkiendili Argentina) y me hice miembro. El referente -y moderador del grupo- se llamaba Juan Pablo y vivía en Villa Gesell, donde tenía un bar llamado 'El viejo hobbit'. Una vez mi papá me llevó ahí a verlo y él se sorprendió por mi corta edad. -Sabés... ¡quieren hacer una película! -me dijo, y nos reíamos porque pensábamos que eso era imposible. Tolkien fue una etapa, un momento en mi vida que alguna vez se encapsuló para abrir lugar a otros autores. Pero sobre todas las cosas fue mi llave al mundo de las letras. Hace dos años me tocó vivir un episodio muy fuerte, que nunca voy a olvidar: sobreviví a uno de los terremotos más devastadores de la historia de México. Yo -sin quererlo- estaba en el lugar más seguro de todos. Leía una novela, sentado en un banco, en el medio de la plaza, mientras alrededor la ciudad se desmoronaba. -A vos te salvó la lectura -me dijo mi mamá cuando supo que yo estaba bien. Hoy vine a Oxford para recorrer las huellas de John Ronald Reuel. Viajé solo, al igual que Frodo Baggins por Orodruin, aunque me permití comenzar por el final: abracé a su tumba, lloré mucho y le agradecí por estar vivo.