Back-up de textos de Germán Navas

Espacio que utilizo para mantener a salvo todo lo que escribo: cuentos, notas periodísticas, poesías, letras de canciones, fórmulas, historietas y recetas de cocina. Seguramente sea mi espacio más íntimo en la Web, por eso te pido discreción.

jueves, noviembre 23, 2006

Cuento: "Momento cúlmine en un ataque de risa"

Existe un momento cúlmine dentro del fenómeno que solemos conocer como ataque de risa, y se trata, precisamente, del instante en que se nos salen las zapatillas. Uno puede reírse a carcajadas, y con ello tirarse del pelo, aplaudir, retorcerse por el suelo, saltar, golpear mesa, abofetear a la persona que tenemos al lado nuestro, tomarse los genitales o arrojar el celular al piso, pero el punto máximo de jocosidad pasible de ser alcanzado en medio de un carcajeo resulta llevado adelante en la oportunidad en que se nos desprende el calzado de los pies. Quienes hayan experimentado dicha sensación, sabrán exactamente de lo que hablo.

viernes, noviembre 17, 2006

Dichos populares: "No le pidas peras al olmo"

La historia del célebre dicho popular: “No le pidas peras al olmo” nos remonta geográficamente a un pequeño pueblo catalán llamado Lospitalet. Allí, todavía se asegura que durante la década del ’20 supo habitar la aldea un poderoso terrateniente, quien a pesar de su fortuna, de sus nutridos latifundios, de su alto estatus social y de sus inocultables aspiraciones políticas, promovió entre el poblado cierta idea de solidaridad, cooperación y caridad, repartiendo trabajo y alimentos entre los más necesitados del lugar. Poco a poco, las raudas voces de los vecinos fueron anoticiando a todo Lospitalet acerca de la enorme clemencia que irrigaba aquel caballero, y así fue como cada día más y más personas del pueblo se acercaban a su estancia formando interminables colas en pedido de asistencia económica. Resulta destacable mencionar que dicho lord, conocido con “Don Olmo”, jamás se rehusó a colaborar con lo que le era encomendado, ya sea lana, ganado, cultivos vegetales, dotaciones de caballos, leña; en fin, todo aquello siempre llegó a ser suministrado a sus peticionantes.
Al caer los desbastadores años ’30, gentíos de toda Cataluña –como así también de sus afueras- comenzó a llegar en enormes carruajes para ser asistidos por Don Olmo, quien seguía sosteniendo una conducta fraternalmente intachable. Sin embargo, viendo que todo lo que se le requería era consumado, no faltó quienes -movilizados por la codicia- se sirvieran de dicha situación intentando obtener provechos personales en forma enteramente abusiva. Aquel extraordinario suceso no tardaría mucho en llegar, en su plena magnitud, a oídos de los reyes de España, quienes instaron a sus servidores a ser conducidos velozmente hacia los feudos de aquel noble señor.
Apasionado y perspicaz lector: A esta altura del relato, imagino que Ud. se encontrará ansioso por tropezar con un expedito vínculo entre Don Olmo y las peras (que aún siquiera fueron mencionadas) y seguramente querrá comprender de inmediato el significado de la frase “No le pidas peras al Olmo”. Sabrá entender, mi amigo, que aún no he hallado un modo coherente de dar cierre a esta historia, tal como una eminencia como usted se merece. En lo que a mi persona respecta, no tengo más que pedirle mis sentidas disculpas, e invitarlo, si lo desea, a concluir la narración a su total antojo. Sin más, lo saludo atentamente.
G.I.N.

sábado, noviembre 11, 2006

Famosos personajes de la línea Sarmiento - “Hoy, Julio Cornetta”

Durante alguna fría mañana de junio de 1993, Julio Cornetta extravió su D.N.I. en la plataforma número dos de la estación de Once. Desde aquel entonces toma diariamente el mismo tren, en idéntico andén, con el único propósito de recorrer los diferentes vagones indagando a cada uno de los pasajeros acerca del paradero de su desdichado instrumento identificatorio.
Poco se sabe de la vida del Sr. Cornetta. No obstante ello, es importante señalar que durante el transcurso de los años sembró importantes afectos entre los usuarios de aquel servicio de transporte, desde trabajadores, universitarios, policías, vendedores ambulantes, guardas, hasta los propios ebrios viajantes del furgón, convirtiéndose así, en un personaje muy querido por todos.
Cierta vez, mientras me dirigía a la facultad, tuve la oportunidad de conversar con Julio respecto del fin último de su incipiente búsqueda, y logró revelarme que en rigor de verdad, su pérdida mayor no radicaba en el documento mismo –al que no le atribuía mayor valor que el de “un trozo de papel acartonado”, sino que lo que más lo inquietaba era la foto que solía guardar en la parte posterior de aquél, entre la última hoja y la tapa trasera.
Nadie supo jamás en qué pudo haber consistido el contenido de aquella misteriosa foto hasta el día de ayer, en que me lo confesó, librándose por siempre de su condenatoria pesquisa.
Y ahora, quien lo busca incesantemente, recorriendo vagones e indagando pasajeros, soy yo.

martes, noviembre 07, 2006

Profesional de la salud en graves problemas

El Colegio Público de Médicos de la Provincia de Buenos Aires se encuentra analizando la sanción que ha de imponerse al Dr. Julio Hermida, quien incurrió en la terrible falta de emitir una receta con letra clara y legible.
La víctima de semejante arrebato resultó ser una paciente de veintiséis años de edad, llamada Mónica Ojeda, quien nos contó: “Asistí al consultorio del Dr. Hermida para iniciar un tratamiento que ponga coto a mi problema crónico de hemorroides. Al salir de su despacho, observé con atención la receta que me había extendido y entendí perfectamente lo que allí estaba escrito. Cuando le proporcioné la misma al farmacéutico, quedó absorto, estupefacto durante diez minutos, como si luchara consigo mismo para descifrar su manifiesto contenido, y me recomendó denunciarlo inmediatamente”.
Entre las posibles sanciones susceptibles de ser aplicadas al profesional, se encuentran:
1) Suspensión de su matrícula
2) Retención de su matrícula
3) Quita de su matrícula
4) Quita e incineración de su matrícula
Tampoco se descarta la instrucción obligatoria del profesional en un curso de “descaligrafía”, mediante el cual aprendería a escribir sirviéndose de garabatosos jeroglíficos.