Expectativa de vida
- Esperá, porque no termino de
entenderte, ¿cómo se pasa de esa situación cermonial, a terminar llevándotela a
un telo?
- Ya te lo dije, Pedrito. La mina
cero historia, es de esas que arrancan, que no tenés que hacerles ningún chamuyo.
¿Viste que hay mujeres a las que les hacés esa seña, así como bajando un toque
el mentón y guiñando los dos ojos a la vez y ahí nomás agarran vuelo?
- No, no vi...
- Sí, boludo, no sé, es cuestión
de olfato, yo me doy cuenta siempre. Por ejemplo, ¿ves esa de rulos que está
sentada en la mesa de la izquierda? Esa, que tiene el paraguas colgando en
respaldo de la silla.
- ¿Podrías ser menos obvio y no
señalar?
- Uffff… bueno, esa mina es de
las que arrancan, me juego las pelotas. Si le hago la seña vas a ver cómo me la
levanto, esperá que me mire…
- ¡Pará un poco, por favor! ¿Me
podés seguir contando de la contadora de esa, porque te estás yendo por las
ramas.
- Ah, sí. Bueno, la cosa es que
estábamos almorzando todos los del laburo, y cuando digo todos es todos, el equipo
completo. Estaban mis dos compañeros de sector, los que conociste en mi
cumpleaños, ¿te acordás? Y también el de recursos humanos, ese que siempre te
digo que se la lastra. Y por último, estaban las minitas de ventas, viste que
te conté de esas pibas, que una quedó embarazada de un boludo, y se la pasaba
llorando todo el día por el infeliz ese…
-¿Podemos llegar a la parte del
telo?
- Escuchame un poco, Pedrito,
pará, porque enfrente mío estaba sentada la contadora de la empresa, que me
lleva unos cuatro, cinco añitos…
-¿Tiene pibes?
-No… qué va a tener pibes. No sé
qué rosca tenía con ese tema, nunca supe bien, ni tampoco me importó
preguntarle. Entonces bueno, te decía que estábamos todos ahí, hablando
boludeces, mientras nos tomaban el pedido, y yo pensando: “Che, tremendas tetas
tiene la contadora, eh…” Es que nunca se las había mirado así, con atención,
Pedrito. Y no va que le pido al mozo una suprema suiza con una copa de vino
blanco, y veo que la mina se queda mirándome, no sé, como que se le prendió una
lamparita… y escuchá ésta: ahí nomás el mozo la mira a ella para tomarle el
pedido, y la contadora le dice… escuchá ésta, Pedrito, eh. Le dice: “lo mismo que el caballero…”
- Ajá…
- ¿Entendiste? ¡Me trató de caballero!
Me estaba tirando onda. Yo no tenía nada de confianza con la mina,
prácticamente nunca hablábamos. Era obvio quería que me la clave, no, si yo no
me voy a dar cuenta…
-¿Y?
-Bueno, y qué te voy a decir, a
mí se me puso dura como la nariz de pinocho cuando se pone bien dura… así de
grande la tenía.
- ¿Y al telo… fueron…?
-Paráaaaa, paráaaa un poco, Pedrito,
calá la sutileza de mi propuesta indecente, porque no lo vas a poder creer.
Agarré un pan y le saqué una miguita, bien chiquita, así como un moco, más o
menos, y en un momento, tac, se la tiro en el plato…
- ¿Y eso te dio resultado?
- ¿Si me dio resultado? ¿Me estás
preguntando si me dio resultado, Pedrito? ¡Claro que me dio resultado! Hasta
que bueno, ya te adelanté antes que se pudrió todo con el tema de la
expectativa de vida y toda esa mierda…
- ¿Podés contarme las cosas
ordenadamente?
- Sí, ¿dónde estaba? Ah… en la
parte de la miguita de pan. Bueno, ¿qué pensás que hizo la mina con la miguita
de pan?
- …
- La mina se la metió en la boca,
Pedrito, se la metió en la boca como si nada, ¿entendés? No me dijo ni “a”,
agarró y se la metió en la boca, y la masticaba y me miraba, ¿vos podés
creérmelo, Pedrito? Si antes la tenía como la nariz de Pinocho, después de eso tomó
la forma de esas longanizas que te venden al costado de la ruta, bueno… ¡así la
tenía!
-¿Entonces? Fueron al telo…
- No, todavía no. Primero
terminamos de morfar todos, yo prácticamente ni hablé con la contadora, sólo lo
mínimo e indispensable. No quería cagarla, ¿viste que yo a veces soy medio
bocón? Bueno, igual, al final la terminé cagando con lo de la expectativa de
vida… pero al margen, en ese momento tenía que pensar una manera de llevármela
al telo. Entonces ahí se me ocurrió lo de preguntarle para dónde iba, y adiviná
que me contestó…
-No sé, ¿qué te contestó?
- Me tiró una dirección que no sé
dónde mierda quedaba, Pedrito, pero sonaba en la loma del reverendo orto. Pero
mirá lo que es tenerla dura, eh… mirá lo que es tenerla dura que a veces parece
que la pindonga te empieza a sugerir las mejores ideas, es como un sensei, que
vos sólo tenés que oír y le envía a tu cerebro por una señal telepática las
palabras justas que necesitás para terminar garchando…
-Bueno, ¿qué le dijiste?
- Le dije: “Te llevo”.
-…
-“Te llevo”, Pedrito, eso le dije.
- Una mierda.
-Pero esperá, escuchame bien, porque
ahí no termina la cosa. La mina me dice que gracias, pero que tiene coche,
entonces le pregunto a mi longaniza: ¿qué mierda le digo? “Decile –ya que vas para el mismo lado- si ella te puede alcanzar ahí
por la zona, porque tomaste un par de copas de vino y preferirías estar resguardado
ante cualquier control de alcoholemia…”, me contesta…
- ¿Podés dejar de hablar
pelotudeces y contarme en serio?
- La cosa es que me subo al coche
de ella, lindo autito, eh, limpio, con olorcito a limón, con todos los chiches,
aire, dirección, espejitos, bueno, y se pone el cinturón de seguridad entre las
tetas, la muy perra. Ahhh, por el amor de Dios… cómo me hizo calentar la mina, Pedrito,
ya a esa altura la tenía del tamaño del obelisco.
- Cuando pensaba que tu
exageración tenía un límite, lográs superarte una vez más…
- Callate, que te juro que me la
tuve que ahorcar con el codo, así, disimuladamente, es una técnica milenaria
que viene de los orientales…
-Sentante bien y sacate el codo
de ahí, que vas a llamar la atención, por favor…
-Okey, bueno, ahí le digo la
típica… ¿no querés que nos divirtamos un
rato, no sé, qué hagamos algo…? Y lo
que me contestó, Pedrito, no lo creés… no, si la mina no es ninguna boluda. Me
contestó: “¿Qué sugerís?”
- Entonces ahí le dijiste de ir a
un telo…
- No, no le dije directamente
“vamos a un telo”, fue mejor que eso. Nada más le di instrucciones de tránsito,
me activé el pito en modo GPS, y otra vez me mandaba la señal telepática al
cerebro y yo a su vez guiaba a la contadora. Le decía: “girá a la derecha… seguí doscientos metros y girá a la izquierda…”
La verdad es que no sé cómo funcionaba bien, yo no tenía idea a dónde me estaba
mandando, pero confié, Pedrito, confié, él sabe bien lo que hace…
- ¿Me estás tomando el pelo?
- ¡Pero te lo juro, Pedrito, te
lo juro! El tema es que el telo no aparecía… Me sentía como un caminante
sediento en medio del desierto que de repente se encuentra con un lago de agua
dulce… Me refiero a que a los cinco minutos apareció de la nada el cartel del
hotel alojamiento, con una flechita de neón que nos indicaba de entrar.
“Llegando a destino”, me dijo el pito. Y creéme que se lo dije. Le dije: “Llegando a destino”, y se recagó de
risa, y volanteó, y ahí toqué el cielo con las manos, y me agarré el quetejedi y le dije: “Gracias, si llegara, te besaría”.
-No termino de entender cuánto de
lo que me estás contando es verdad y cuánto es verso.
- Pedrito… por favor, somos
amigos, no voy a mentirte, vos escuchame, porque acá viene la parte en que la
cago…
- Sí, ya sé, lo de la expectativa
de vida…
- Exacto. Exacto, Pedrito. La cosa
es que subimos al telo, te digo que bastante bueno, yo esperaba algo más discreto,
pero la verdad es que tenía buenas instalaciones, hasta me puse a jugar con ese
tablero que te permite subir y bajar las luces, ajusté el nivel del aire
acondicionado, bueno, estaba como pibe con chiche nuevo…
-¿Y la contadora?
- Ella también, miraba todo, relajada,
y sacaba fotos con el celular. Eso te digo que me inquietó mucho, porque una
cosa es que saque fotos al lugar y otra es que me tire la onda de filmarnos o
sacarnos fotos en bolas, porque después me puede meter en un quilombo en el
laburo del que no hay vuelta atrás. Pero igual quedate tranquilo, Pedrito, que
no me tiró la onda en ningún momento. Menos mal. Y ahí yo agarro el teléfono y
pido un par de bebidas y unos tostados, como para ir haciendo un entre. Y no sé
por qué se me da por preguntarle por la familia, y me dice que tiene papá y
mamá, que están separados, pero que se llevan bien entre ellos, y me empieza a
hablar de cosas que yo no escuchaba para nada (tenía el GPS en modo silencio,
ja ja), pero me hacía el interesado, Pedrito, te juro que la miraba y le
asentía con la cabeza como diciendo, “sí,
entiendo de lo que hablás, yo pasé por lo mismo”. Bueno, la cosa es que le
pregunto si tiene hermanos y me dice que sí, que tiene un hermano especial.
-…
- Sí, lo mismo pensé yo… entonces
le digo… “¿especial?” Y me dice, “sí, con síndrome de down”.
-Uffff…
- Hasta ahí sin historia,
Pedrito, no tenía nada de malo, yo lo naturalicé, y la empecé a jugar de
sentimental, cometiendo el peor error de la historia: desoí a mi verga. Me le
puse a hablar de los discapacitados, como si supiera, Pedrito, como si supiera,
y sentí que la estaba cagando, y el pito me decía “Recalculando”, y yo le hacía
caso a mi cabeza, y me hacía el comprensivo. Y el pito, meta “¡RECALCULANDO!”,
y yo meta dármela de sentimental… ¡Qué pelotudo que fui… qué pelotudo, por Dios!
-¿Qué pasó? ¿Qué le dijiste?
-¡La cagué, Pedrito, la cagué por
completo! No sé por qué mierda me acordé una vez que alguien me había dicho que
los mogólicos estos vivían menos años que lo normal, y ahí le tiré: “¿Y qué expectativa de vida tiene tu
hermano? Digo, cuántos años viven aproximadamente las personas así, con
capacidades diferentes?” Y ahí se transformó, ay, Pedrito, no sabés, se
puso toda seria y me decía nerviosa: “No
entiendo a qué te referís con lo de expectativa de vida”, y le tiré una,
Pedrito… le tiré una que me vas a querer colgar de las pelotas. No sabés lo que
le dije, no puedo ni contártelo que se me cae la cara…
-¿Podés decirme qué le dijiste?
- Le dije: “Claro… por ejemplo, un perro vive catorce años, un gato un poquito más…”,
y empecé a comparar con algunos animales… Qué me mirás así, Pedrito, la mina se
lo tomó mal, pero tampoco es que era tan errado mi comentario, o me vas a decir
que alguna vez viste al actor de Corki con ochenta o noventa años… no sé, a
ver… yo intentaba demostrar interés… no era para que se lo tome tan tremendo.
- …
- Bueno, está bien, puedo
admitirlo, me pasé un poco de bestia, ya está, listo, para mí daba para cambiar
de tema, hacernos los boludos y garchar, pero bueno, se fue a la mierda,
Pedrito, juntó todo y ni me saludó. Y lo peor es que me dejó a gamba, la hija
de puta esta…
- ¿Y no trataste de frenarla para
que no se vaya?
- No, Pedrito, dignidad. Lo
primero es la dignidad. Yo ya no estoy para andar arrodillándome ante cualquier
putita que me llevo a un telo para que garche conmigo. Se la pierde ella
también… Entonces se subió al coche, lo puso en marcha y se tomó el palo.
- Uffff… ¿Y vos qué hiciste?
- Y qué iba a hacer… estaba en la
habitación… solo… con la tele con los canales porno, los tostados, las bebidas…
vos qué harías, Pedrito… Sé sincero… me vas a decir que vos tampoco hubieses
prendido el GPS…