Back-up de textos de Germán Navas

Espacio que utilizo para mantener a salvo todo lo que escribo: cuentos, notas periodísticas, poesías, letras de canciones, fórmulas, historietas y recetas de cocina. Seguramente sea mi espacio más íntimo en la Web, por eso te pido discreción.

viernes, marzo 07, 2014

Expectativa de vida


- Esperá, porque no termino de entenderte, ¿cómo se pasa de esa situación cermonial, a terminar llevándotela a un telo?
- Ya te lo dije, Pedrito. La mina cero historia, es de esas que arrancan, que no tenés que hacerles ningún chamuyo. ¿Viste que hay mujeres a las que les hacés esa seña, así como bajando un toque el mentón y guiñando los dos ojos a la vez y ahí nomás agarran vuelo?
- No, no vi...
- Sí, boludo, no sé, es cuestión de olfato, yo me doy cuenta siempre. Por ejemplo, ¿ves esa de rulos que está sentada en la mesa de la izquierda? Esa, que tiene el paraguas colgando en respaldo de la silla.
- ¿Podrías ser menos obvio y no señalar?
- Uffff… bueno, esa mina es de las que arrancan, me juego las pelotas. Si le hago la seña vas a ver cómo me la levanto, esperá que me mire…
- ¡Pará un poco, por favor! ¿Me podés seguir contando de la contadora de esa, porque te estás yendo por las ramas.
- Ah, sí. Bueno, la cosa es que estábamos almorzando todos los del laburo, y cuando digo todos es todos, el equipo completo. Estaban mis dos compañeros de sector, los que conociste en mi cumpleaños, ¿te acordás? Y también el de recursos humanos, ese que siempre te digo que se la lastra. Y por último, estaban las minitas de ventas, viste que te conté de esas pibas, que una quedó embarazada de un boludo, y se la pasaba llorando todo el día por el infeliz ese…
-¿Podemos llegar a la parte del telo?
- Escuchame un poco, Pedrito, pará, porque enfrente mío estaba sentada la contadora de la empresa, que me lleva unos cuatro, cinco añitos…
-¿Tiene pibes?
-No… qué va a tener pibes. No sé qué rosca tenía con ese tema, nunca supe bien, ni tampoco me importó preguntarle. Entonces bueno, te decía que estábamos todos ahí, hablando boludeces, mientras nos tomaban el pedido, y yo pensando: “Che, tremendas tetas tiene la contadora, eh…” Es que nunca se las había mirado así, con atención, Pedrito. Y no va que le pido al mozo una suprema suiza con una copa de vino blanco, y veo que la mina se queda mirándome, no sé, como que se le prendió una lamparita… y escuchá ésta: ahí nomás el mozo la mira a ella para tomarle el pedido, y la contadora le dice… escuchá ésta, Pedrito, eh. Le dice: “lo mismo que el caballero…”
- Ajá…
- ¿Entendiste? ¡Me trató de caballero! Me estaba tirando onda. Yo no tenía nada de confianza con la mina, prácticamente nunca hablábamos. Era obvio quería que me la clave, no, si yo no me voy a dar cuenta…
-¿Y?
-Bueno, y qué te voy a decir, a mí se me puso dura como la nariz de pinocho cuando se pone bien dura… así de grande la tenía.
- ¿Y al telo… fueron…?
-Paráaaaa, paráaaa un poco, Pedrito, calá la sutileza de mi propuesta indecente, porque no lo vas a poder creer. Agarré un pan y le saqué una miguita, bien chiquita, así como un moco, más o menos, y en un momento, tac, se la tiro en el plato…
- ¿Y eso te dio resultado?
- ¿Si me dio resultado? ¿Me estás preguntando si me dio resultado, Pedrito? ¡Claro que me dio resultado! Hasta que bueno, ya te adelanté antes que se pudrió todo con el tema de la expectativa de vida y toda esa mierda…
- ¿Podés contarme las cosas ordenadamente?
- Sí, ¿dónde estaba? Ah… en la parte de la miguita de pan. Bueno, ¿qué pensás que hizo la mina con la miguita de pan?
- …
- La mina se la metió en la boca, Pedrito, se la metió en la boca como si nada, ¿entendés? No me dijo ni “a”, agarró y se la metió en la boca, y la masticaba y me miraba, ¿vos podés creérmelo, Pedrito? Si antes la tenía como la nariz de Pinocho, después de eso tomó la forma de esas longanizas que te venden al costado de la ruta, bueno… ¡así la tenía!
-¿Entonces? Fueron al telo…
- No, todavía no. Primero terminamos de morfar todos, yo prácticamente ni hablé con la contadora, sólo lo mínimo e indispensable. No quería cagarla, ¿viste que yo a veces soy medio bocón? Bueno, igual, al final la terminé cagando con lo de la expectativa de vida… pero al margen, en ese momento tenía que pensar una manera de llevármela al telo. Entonces ahí se me ocurrió lo de preguntarle para dónde iba, y adiviná que me contestó…
-No sé, ¿qué te contestó?
- Me tiró una dirección que no sé dónde mierda quedaba, Pedrito, pero sonaba en la loma del reverendo orto. Pero mirá lo que es tenerla dura, eh… mirá lo que es tenerla dura que a veces parece que la pindonga te empieza a sugerir las mejores ideas, es como un sensei, que vos sólo tenés que oír y le envía a tu cerebro por una señal telepática las palabras justas que necesitás para terminar garchando…
-Bueno, ¿qué le dijiste?
- Le dije: “Te llevo”.
-…
-“Te llevo”, Pedrito, eso le dije.
- Una mierda.
-Pero esperá, escuchame bien, porque ahí no termina la cosa. La mina me dice que gracias, pero que tiene coche, entonces le pregunto a mi longaniza: ¿qué mierda le digo? “Decile –ya que vas para el mismo lado- si ella te puede alcanzar ahí por la zona, porque tomaste un par de copas de vino y preferirías estar resguardado ante cualquier control de alcoholemia…”, me contesta…
- ¿Podés dejar de hablar pelotudeces y contarme en serio?
- La cosa es que me subo al coche de ella, lindo autito, eh, limpio, con olorcito a limón, con todos los chiches, aire, dirección, espejitos, bueno, y se pone el cinturón de seguridad entre las tetas, la muy perra. Ahhh, por el amor de Dios… cómo me hizo calentar la mina, Pedrito, ya a esa altura la tenía del tamaño del obelisco.
- Cuando pensaba que tu exageración tenía un límite, lográs superarte una vez más…
- Callate, que te juro que me la tuve que ahorcar con el codo, así, disimuladamente, es una técnica milenaria que viene de los orientales…
-Sentante bien y sacate el codo de ahí, que vas a llamar la atención, por favor…
-Okey, bueno, ahí le digo la típica… ¿no querés que nos divirtamos un rato, no sé, qué hagamos algo…?  Y lo que me contestó, Pedrito, no lo creés… no, si la mina no es ninguna boluda. Me contestó: “¿Qué sugerís?”
- Entonces ahí le dijiste de ir a un telo…
- No, no le dije directamente “vamos a un telo”, fue mejor que eso. Nada más le di instrucciones de tránsito, me activé el pito en modo GPS, y otra vez me mandaba la señal telepática al cerebro y yo a su vez guiaba a la contadora. Le decía: “girá a la derecha… seguí doscientos metros y girá a la izquierda…” La verdad es que no sé cómo funcionaba bien, yo no tenía idea a dónde me estaba mandando, pero confié, Pedrito, confié, él sabe bien lo que hace…
- ¿Me estás tomando el pelo?
- ¡Pero te lo juro, Pedrito, te lo juro! El tema es que el telo no aparecía… Me sentía como un caminante sediento en medio del desierto que de repente se encuentra con un lago de agua dulce… Me refiero a que a los cinco minutos apareció de la nada el cartel del hotel alojamiento, con una flechita de neón que nos indicaba de entrar. “Llegando a destino”, me dijo el pito. Y creéme que se lo dije. Le dije: “Llegando a destino”, y se recagó de risa, y volanteó, y ahí toqué el cielo con las manos, y me agarré el quetejedi y le dije: “Gracias, si llegara, te besaría”.
-No termino de entender cuánto de lo que me estás contando es verdad y cuánto es verso.
- Pedrito… por favor, somos amigos, no voy a mentirte, vos escuchame, porque acá viene la parte en que la cago…
- Sí, ya sé, lo de la expectativa de vida…
- Exacto. Exacto, Pedrito. La cosa es que subimos al telo, te digo que bastante bueno, yo esperaba algo más discreto, pero la verdad es que tenía buenas instalaciones, hasta me puse a jugar con ese tablero que te permite subir y bajar las luces, ajusté el nivel del aire acondicionado, bueno, estaba como pibe con chiche nuevo…
-¿Y la contadora?
- Ella también, miraba todo, relajada, y sacaba fotos con el celular. Eso te digo que me inquietó mucho, porque una cosa es que saque fotos al lugar y otra es que me tire la onda de filmarnos o sacarnos fotos en bolas, porque después me puede meter en un quilombo en el laburo del que no hay vuelta atrás. Pero igual quedate tranquilo, Pedrito, que no me tiró la onda en ningún momento. Menos mal. Y ahí yo agarro el teléfono y pido un par de bebidas y unos tostados, como para ir haciendo un entre. Y no sé por qué se me da por preguntarle por la familia, y me dice que tiene papá y mamá, que están separados, pero que se llevan bien entre ellos, y me empieza a hablar de cosas que yo no escuchaba para nada (tenía el GPS en modo silencio, ja ja), pero me hacía el interesado, Pedrito, te juro que la miraba y le asentía con la cabeza como diciendo, “sí, entiendo de lo que hablás, yo pasé por lo mismo”. Bueno, la cosa es que le pregunto si tiene hermanos y me dice que sí, que tiene un hermano especial.
-…
- Sí, lo mismo pensé yo… entonces le digo… “¿especial?” Y me dice, “sí, con síndrome de down”.
-Uffff…
- Hasta ahí sin historia, Pedrito, no tenía nada de malo, yo lo naturalicé, y la empecé a jugar de sentimental, cometiendo el peor error de la historia: desoí a mi verga. Me le puse a hablar de los discapacitados, como si supiera, Pedrito, como si supiera, y sentí que la estaba cagando, y el pito me decía “Recalculando”, y yo le hacía caso a mi cabeza, y me hacía el comprensivo. Y el pito, meta “¡RECALCULANDO!”, y yo meta dármela de sentimental… ¡Qué pelotudo que fui… qué pelotudo, por Dios!
-¿Qué pasó? ¿Qué le dijiste?
-¡La cagué, Pedrito, la cagué por completo! No sé por qué mierda me acordé una vez que alguien me había dicho que los mogólicos estos vivían menos años que lo normal, y ahí le tiré: “¿Y qué expectativa de vida tiene tu hermano? Digo, cuántos años viven aproximadamente las personas así, con capacidades diferentes?” Y ahí se transformó, ay, Pedrito, no sabés, se puso toda seria y me decía nerviosa: “No entiendo a qué te referís con lo de expectativa de vida”, y le tiré una, Pedrito… le tiré una que me vas a querer colgar de las pelotas. No sabés lo que le dije, no puedo ni contártelo que se me cae la cara…
-¿Podés decirme qué le dijiste?
- Le dije: “Claro… por ejemplo, un perro vive catorce años, un gato un poquito más…”, y empecé a comparar con algunos animales… Qué me mirás así, Pedrito, la mina se lo tomó mal, pero tampoco es que era tan errado mi comentario, o me vas a decir que alguna vez viste al actor de Corki con ochenta o noventa años… no sé, a ver… yo intentaba demostrar interés… no era para que se lo tome tan tremendo.
- …
- Bueno, está bien, puedo admitirlo, me pasé un poco de bestia, ya está, listo, para mí daba para cambiar de tema, hacernos los boludos y garchar, pero bueno, se fue a la mierda, Pedrito, juntó todo y ni me saludó. Y lo peor es que me dejó a gamba, la hija de puta esta…
- ¿Y no trataste de frenarla para que no se vaya?
- No, Pedrito, dignidad. Lo primero es la dignidad. Yo ya no estoy para andar arrodillándome ante cualquier putita que me llevo a un telo para que garche conmigo. Se la pierde ella también… Entonces se subió al coche, lo puso en marcha y se tomó el palo.
- Uffff… ¿Y vos qué hiciste?

- Y qué iba a hacer… estaba en la habitación… solo… con la tele con los canales porno, los tostados, las bebidas… vos qué harías, Pedrito… Sé sincero… me vas a decir que vos tampoco hubieses prendido el GPS…

miércoles, marzo 05, 2014

Catarsis

Hace cuarenta minutos que estoy aferrado a tu cuello, acariciándote, y no dejo de pensar en el día en que te conocí. Todo pasó tan de repente, tan rápido. Seis años juntos. Seis, que para mí fueron segundos que se evaporaron en un instante eterno. Parece que fuera ayer, que estábamos de vacaciones con mi familia cuando pude verte salir entre los pastos que se abrían en la sierra y supe que nunca más iría a dejarte.
Me concentro en tu pelo suave, tu moño rojo, tu cola, esos olores tan tuyos. Quiero guardarlos para siempre conmigo, como una huella eterna. ¡Es que te quiero tanto que no entiendo cómo pasó todo esto! ¡No quiero que se termine!
Hoy prometí no llorar y no voy a hacerlo, no mientras estemos así, juntos, tirados en la cama. No mientras pueda seguir disfrutándote con la mirada, mientras cruzo las manos por tu cuello en un abrazo oso.
Te vas a ir, y yo no sé cómo voy a seguir. El lunes te vas a ir, y hasta que eso suceda no me van a alcanzar los segundos para seguir disfrutándote.
Hoy corriste. No sé por qué corriste, hace mucho que no lo hacías. Y me llené de ilusión, de esperanza en que esto pudiera salir adelante.
Pero vos también sabés que esto ya se acaba, sé que lo sabés, porque me entendés siempre, aunque todos digan que soy un loco de mierda.
Es que tenés que irte, no hay otra opción, donde sea que fuere vas a estar mejor, vas a poder revolcarte en la arena, como el día que conociste la playa y te paralizaste de emoción.
Ya no hay más por hacer, hace días que no te veo comer siquiera, te estás abandonando. Esa enfermedad de mierda. ¡ESA PUTA ENFERMEDAD DE MIERDA! 
Pienso que te podría haber disfrutado más, que no te disfruté lo suficiente, que tantas veces reclamaste mi atención y no te di pelota. No sé cuánto tiempo pasó desde la última vez que te saqué a pasear, y otra vez la culpa... ¡OTRA VEZ LA CULPA QUE ME CARCOME!
Prometí no llorar mientras estés conmigo, pero me cuesta un huevo. Te voy a extrañar tanto. Y te abrazo tan fuerte que ya te clavo las uñas, y vos parás las orejas, y entreabrís los ojos, y asomás la lengua, sólo para mostrarme que estás con vida. Entonces te digo que te amo, pero estás ida, completamente, como dijo que iba a suceder el veterinario.
El lunes vamos a volver... y ese hombre bueno te va a dar una inyección... y creeme que vas a estar mejor... te puedo jurar por lo que más quiera en el mundo que vas a estar mejor así, que es por tu bien, sin sufrimiento, pero no quiero hablarte de eso ahora, porque todavía te tengo acá, conmigo, y siento tus latidos, intento disfrutarte un rato más, un infinito rato más, y no voy a llorar. Prometí no llorar, y entonces me cuelgo fuerte a tu cuello, y te abrazo como un oso, y no lloro... No lloro. Porque prometí no hacerlo.