Instrucciones para salir de Srpska
República de Srpska. Es diciembre. Vas conduciendo rápidamente un coche ajeno. Hace un frío polar. Buscás algún cruce que te permita salir de ahí. Llegás al primer paso fronterizo. ¡Chaaaau Srpska! Aparece cartel señalizador: 'Welcome to Srpska'. Puta que lo parió. Manejás una hora más. Nuevo cruce fronterizo. Ahora sí... ¡Chaaaau Srpska! Nuevo cartel vial: 'Welcome to Srpska'. Banderas nacionales enaltecen la ruta. Puteás más fuerte. Sale el humito de la boca. Tu mujer se despierta de un susto. Endereza el asiento. Trifulca matrimonial, primer round. Decime, ¿por qué mierda te empecinaste en venir a Srpska? Knock out. Treinta kilómetros en silencio. Cuarenta. Cincuenta. Ya debés estar cerca de la frontera. Vienen las ganas de mear. Te detenés en una estación de servicio. Bajás del auto. Mirás al playero que se parece a Goran Bregovic. Él te mira a vos. Cruce de miradas. Te señalás el pito. Te señala la dirección del baño. Caminás unos metros. Seguís al tipo de reojo. Su índice permanece estirado. Llegás y hay dos puertas iguales. Cada una, con una inscripción. Una dice 'kotlovnica' y la otra 'magačin'. Tenés que decidir. Podés esperar a que alguien entre o salga. Difícil si te estás meando. Y difícil con tanto frío. Entonces habrá que jugársela. Si le pifiás, no la contás (las leyes en Srpska son muy duras). Si acertás, entonces pasás de nivel. Tetín-marín-de-do-pingüé. Girás la manija helada hasta abrir la puerta. Hay mingitorio. Menos mal. Descargás esfínter y sale humito. Suena la bocina de tu auto. Volvés con el playero srpskense. Sigue señalando en dirección al baño. Sus manos son cubeteras. Nuevo cruce de miradas. Le enseñás tu coche. Mueve en bloque brazo y dedo índice. Intuís que es la salida de Srpska. Agradecés con un gesto de cabeza. Te subís al auto. ¿Me decís por qué tardaste tanto? ¿No ves que me estoy cagando de frío? Segundo round. Arrancás el motor. Mirás por el retrovisor. Goran Bregovic continúa en la misma posición. Acelerás hasta cruzar la frontera. ¡Chaaaau Srpska! No aparece el cartel de bienvenida. Pisás abruptamente el pedal del freno. Chillido agudo de neumático. Puteada fuerte de tu mujer. Invitación a un tercer round no aceptada. Tregua. Entonces mirás por el retrovisor. Un ratito nomás. Ahí sigue él, señalando petrificado. Ponés primera. Seguís la línea imaginaria que nace en su dedo, sin dejar de contemplarlo por el espejo. Se hace más chiquito. Más chiquito. Más chiquito. Y desaparece.