Los músicos
Todos los músicos nos vemos muy elegantes y simpáticos tocando sobre el escenario
Todos los músicos nos vemos como héroes cuando nos aplauden
Y nos vemos como verdaderas estrellas cuando nos felicitan
Todos los músicos nos sentimos diferentes a otros no músicos
Y creemos tocar el cielo con las manos cuando la atención llamamos.
Todos los músicos nos halagamos y brindamos con buen vino
Cuando nos convencemos de que el éxito ha por fin llegado.
Mas cuando el sonido se acaba,
Cuando ritmo y armonía ceden al silencio
Nos llenamos de cruel espanto,
y sentimos que nada tiene sentido si no está ligado a la música
que la vida nos ha quitado nuestro tesoro más preciado
Ni siquiera el “amor” de nuestra familia (¿amor?... amor es el amor por la música)
Ni siquiera el cariño de nuestra mascota, o la provocación de nuestro auto último modelo.
Nada de ello
nos llena el espíritu.
Todo es una miseria misericordiosa, una enorme montaña de mierda atrapada en el universo
Nuestras inútiles cabezas son una bola de vacilaciones constantes
Nuestra alma, la cucha de un dragón encadenado
Es allí cuando nuestros órganos vitales se endurecen por completo, y nos sentimos pétreos, inhumanos.
Entonces transpiramos, creemos ahogarnos, se acaba el tiempo y se reduce el espacio
Dejamos escapar humo y ceniza de notas por cada una de nuestras cavidades, doremifasollasi y silasolfamiredo.
Nuestros sentidos se entremezclan, y acaban por autodestruirse, y allí
es entonces cuando pensamos en que no podemos vivir sin la música, el aplauso y el escenario. Sin las notas, sin las figuras, los compases, los acordes, los otros músicos, las miradas, las post-angustias, las felicitaciones y el desarraigo del alma cuando presiente el silencio. Porque todo es parte de lo mismo, que es la nada. Y la nada es todo para nosotros.
Yo que aprendí muchas cosas a lo largo de los años y jamás he podido comprender el fenómeno de la música
Yo que de mis vastos logros jamás me he jactado
He dejado atrás el horror y el espanto
Hoy podré volver a ser quien fui al nacer.
Hoy le vendí mi alma al saxo.
Todos los músicos nos vemos como héroes cuando nos aplauden
Y nos vemos como verdaderas estrellas cuando nos felicitan
Todos los músicos nos sentimos diferentes a otros no músicos
Y creemos tocar el cielo con las manos cuando la atención llamamos.
Todos los músicos nos halagamos y brindamos con buen vino
Cuando nos convencemos de que el éxito ha por fin llegado.
Mas cuando el sonido se acaba,
Cuando ritmo y armonía ceden al silencio
Nos llenamos de cruel espanto,
y sentimos que nada tiene sentido si no está ligado a la música
que la vida nos ha quitado nuestro tesoro más preciado
Ni siquiera el “amor” de nuestra familia (¿amor?... amor es el amor por la música)
Ni siquiera el cariño de nuestra mascota, o la provocación de nuestro auto último modelo.
Nada de ello
nos llena el espíritu.
Todo es una miseria misericordiosa, una enorme montaña de mierda atrapada en el universo
Nuestras inútiles cabezas son una bola de vacilaciones constantes
Nuestra alma, la cucha de un dragón encadenado
Es allí cuando nuestros órganos vitales se endurecen por completo, y nos sentimos pétreos, inhumanos.
Entonces transpiramos, creemos ahogarnos, se acaba el tiempo y se reduce el espacio
Dejamos escapar humo y ceniza de notas por cada una de nuestras cavidades, doremifasollasi y silasolfamiredo.
Nuestros sentidos se entremezclan, y acaban por autodestruirse, y allí
es entonces cuando pensamos en que no podemos vivir sin la música, el aplauso y el escenario. Sin las notas, sin las figuras, los compases, los acordes, los otros músicos, las miradas, las post-angustias, las felicitaciones y el desarraigo del alma cuando presiente el silencio. Porque todo es parte de lo mismo, que es la nada. Y la nada es todo para nosotros.
Yo que aprendí muchas cosas a lo largo de los años y jamás he podido comprender el fenómeno de la música
Yo que de mis vastos logros jamás me he jactado
He dejado atrás el horror y el espanto
Hoy podré volver a ser quien fui al nacer.
Hoy le vendí mi alma al saxo.