Tengo una ramera en el bolsillo de mi saco
Y no sé cómo dirigirme a ella, exactamente. Adopta la forma de canica. Por momentos es japonesa, y por momentos, lecherita. Ya le advertí: “No insistas, opi no tengo para ti”. Pero no me hace caso, y me impide respirar. Menos mal que está en el bolsillo de mi saco y no hundida en un vaso. Me perturba excesivamente. No podría arrojarla a la deriva tan lentamente, y despojarme de ella, pues allí acechan las ratas de albañal, esperando devorarla viva tras el umbral. Pobre esferita, pobre ramerita. Pensar que ya he pretendido cambiar de vestimenta, pero ella siempre estará allí, somnolienta, lista para importunar a quien sienta que la ha traicionado. Habitará por siempre entre los textilares del hombre, con su bozo intrincado. Pobre ramerita, pobre esferita. Tengo una ramera en el bolsillo de mi saco. Y no sé cómo dirigirme a ella, exactamente…
1 Comments:
At 4:45 p. m., Morticia said…
Más quisieras tener una ramera en el bolsillo de tu saco, Navas....
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