Uspallata: Pueblo de matemáticos
Recientemente, me contó mi amigo Alexis acerca de la existencia de un pueblo de matemáticos instalado en Uspallata, provincia de Mendoza. Allí, los habitantes de lugar intentan, todo el tiempo, hacer pensar, razonar y poner en marcha las neuronas de los turistas que pasan a visitar el pintoresco poblado.
Alexis me refirió, también, cómo fue su experiencia personal durante su corto paso por Usapllata. En un comienzo, al arribar a la terminal de Ómnibus del lugar, preguntó a un transeúnte la dirección del hotel Galápagos, donde tenía una reservación. El peatón respondió: “La calle se la digo: Azcuénaga. Si quiere la numeración, tenga usted en cuenta que X=(255.π/2.44)²”. Lógicamente, mi amigo se burló de aquél individuo y continuó su desorientada marcha. Pocos metros más adelante, sintió ver la silueta de una mujer embarazada saliendo de un supermercado. Se acercó a ella y con total amabilidad le indagó: “Disculpe la molestia. Busco el hotel Galápagos…”.
- ¿Usted ya ha preguntado a alguien más sobre esa dirección en el día de hoy? –quiso saber, ansiosa, la mujer.
- En verdad, sí, ¡le pregunté a un loco, quien sólo supo responderme mediante un cálculo matemático! –respondió Alexis.
- Pues entonces, al resultado que obtenga de aquel cálculo matemático deberá adicionarle la raíz cuadrada de la siguiente ecuación: X=(1,77.π³/2.44)².
Alexis, decepcionado, continuó en busca de algún ser humano que se apiadase de su infortunio, y sólo consiguió más cálculos y ecuaciones imposibles para quien, además, había tenido que estudiar matemáticas durante todos los veranos mientras duró su colegio secundario.
Decepcionado, agotado y muy desesperanzado, intentó regresar en colectivo de línea a la terminal de micros de Uspallata con el ánimo de partir de regreso de Buenos Aires. Durante aquel breve viaje en bondi, logró comentar al chofer toda su desgracia, con lujo de detalles. El conductor le prestó mucha atención, y cuando mi amigo dejó de hablar, le dijo pausadamente y guiñándole un ojo: “Mirá bien el número que te acaba de tocar en el boleto...”
- Trescientos trece… ¿No…no… me diga que… esta es la…la… numeración del hotel? –quiso saber, esperanzado, emocionado, y tartamudeando Alexis.
- ¡No, paspado, lo que quería decirte es que te tocó un boleto capicúa!
Alexis me refirió, también, cómo fue su experiencia personal durante su corto paso por Usapllata. En un comienzo, al arribar a la terminal de Ómnibus del lugar, preguntó a un transeúnte la dirección del hotel Galápagos, donde tenía una reservación. El peatón respondió: “La calle se la digo: Azcuénaga. Si quiere la numeración, tenga usted en cuenta que X=(255.π/2.44)²”. Lógicamente, mi amigo se burló de aquél individuo y continuó su desorientada marcha. Pocos metros más adelante, sintió ver la silueta de una mujer embarazada saliendo de un supermercado. Se acercó a ella y con total amabilidad le indagó: “Disculpe la molestia. Busco el hotel Galápagos…”.
- ¿Usted ya ha preguntado a alguien más sobre esa dirección en el día de hoy? –quiso saber, ansiosa, la mujer.
- En verdad, sí, ¡le pregunté a un loco, quien sólo supo responderme mediante un cálculo matemático! –respondió Alexis.
- Pues entonces, al resultado que obtenga de aquel cálculo matemático deberá adicionarle la raíz cuadrada de la siguiente ecuación: X=(1,77.π³/2.44)².
Alexis, decepcionado, continuó en busca de algún ser humano que se apiadase de su infortunio, y sólo consiguió más cálculos y ecuaciones imposibles para quien, además, había tenido que estudiar matemáticas durante todos los veranos mientras duró su colegio secundario.
Decepcionado, agotado y muy desesperanzado, intentó regresar en colectivo de línea a la terminal de micros de Uspallata con el ánimo de partir de regreso de Buenos Aires. Durante aquel breve viaje en bondi, logró comentar al chofer toda su desgracia, con lujo de detalles. El conductor le prestó mucha atención, y cuando mi amigo dejó de hablar, le dijo pausadamente y guiñándole un ojo: “Mirá bien el número que te acaba de tocar en el boleto...”
- Trescientos trece… ¿No…no… me diga que… esta es la…la… numeración del hotel? –quiso saber, esperanzado, emocionado, y tartamudeando Alexis.
- ¡No, paspado, lo que quería decirte es que te tocó un boleto capicúa!
1 Comments:
At 7:44 p. m., Anónimo said…
Me gustó esta historia,que tiene misterio, humor y un toque de pimentón (polvo de ladrillo). Es clara la influencia de Pink Floid. El final del boleto capicua es un simpático capricho del escritor.Te amo!
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