Cuento "El catador"
El catador
¡Mozo, esta sopa crema
está desabrida! –protestó el Sr. Oscar Watson subiéndose la bragueta.
¡Mozo, a este Daikiri le falta ron! –protestó el Sr. Oscar Watson, minutos más tarde, volviéndose a subir la bragueta.
¡Mozo, a este Daikiri le falta ron! –protestó el Sr. Oscar Watson, minutos más tarde, volviéndose a subir la bragueta.
¡Mozo, este vino está rancio! –protestó
el Sr. Oscar Watson, subiéndose por última vez la bragueta, y retirándose
definitivamente del restaurante.
Durante su
niñez, el pequeño Oscar sufría de severos ataques de nerviosismo. Su padre,
Hipólito Watson, al ver que su hijo empeoraba cada día más en su patología,
realizó innumerables consultas a diferentes médicos y psicólogos de la
especialidad, todas ellas sin el más mínimo éxito. El niño sufría, por
momentos, recaídas abominables dentro de las cuales solía tirarse del pelo,
morderse los dedos de los pies, escupirse la remera, o golpear fuertemente a su
abuela Chona, entre otras atrocidades.
Ya casi
vencido, y pronosticando un camino sin retorno, Hipólito visitó a un brujo
chamán, quien le apuntó: “mojarás los testículos del pequeño Oscar en un
vaso con agua, y ello le traerá la calma”. Y así fue como el sistema
sugerido por el brujo dio completo resultado. Ante cada episodio de excitación,
el padre tomaba un vaso con agua, le bajaba los calzones a su hijo, y tomando
cuidadosamente sus testículos, se los hundía en aquél. Y hete allí, la más
absoluta calma. La fórmula del chamán dio un éxito que nadie –ni siquiera el
propio Hipólito- se había atrevido a pronosticar.
Los años transcurrieron, Oscar fue creciendo y transformándose en un verdadero adulto. Rápidamente aprendió –entre otras cosas- a aplicarse él mismo y por sus propios medios, la dosis preventiva de agua en sus testículos ante cualquier señal de eventual nerviosismo. No escapará al análisis de cualquier psicólogo, que dicho acto pulsional le ocasionaba un consolador placer, volcando toda su libido en el delicioso acto de humectación en aquella zona erógena. Ello lo fue motivando a aplicarse dichas “dosis” aún sin sentir sus habituales alteraciones nerviosas, sino más bien, por mero regodeo.
Los años transcurrieron, Oscar fue creciendo y transformándose en un verdadero adulto. Rápidamente aprendió –entre otras cosas- a aplicarse él mismo y por sus propios medios, la dosis preventiva de agua en sus testículos ante cualquier señal de eventual nerviosismo. No escapará al análisis de cualquier psicólogo, que dicho acto pulsional le ocasionaba un consolador placer, volcando toda su libido en el delicioso acto de humectación en aquella zona erógena. Ello lo fue motivando a aplicarse dichas “dosis” aún sin sentir sus habituales alteraciones nerviosas, sino más bien, por mero regodeo.
La noche en
que Oscar cumplió 22 años se suscitó un extraño episodio que marcaría su vida.
Una vez que los invitados de su fiesta se marcharon, quedando en absoluta
soledad, el joven tomó sin darse cuenta un vaso cuyo contenido no era el usual
y se lo llevó imprudentemente a sus pelotas. A continuación, las hundió, y tras
experimentar una sensación tan diferente como novedosa, prorrumpió: -¡Jugo
de naranja!
Inmediatamente
tomó de la mesa otro vaso plástico que había sobrado de la celebración, y sin
mirar su contenido se desafió a sí mismo llevándolo a su zona genital. Se
concentró y sentenció: -¡Coca Cola dietética!
Desde aquel
entonces, Oscar tomó plena conciencia de que sus huevos habían desarrollado
propiedades gustativas, y tal fue el éxito que obtuvo con dicha técnica, que su
calidad de degustación superó al mejor de los paladares humanos, convirtiéndose
en un verdadero y particular catador testicular.
Hoy, a los 58
años de edad -mientras la ciencia sigue intentando encontrar la respuesta a
este particular fenómeno- mi padre trabaja día y noche catando vinos para las
más finas bodegas a nivel nacional e internacional, y en temporada de olivares,
degusta aceites de oliva de las más prestigiosas fincas de exportación de
nuestro país.
Su libro “Desarrollando
el paladar testicular” –respecto del cual he tenido el honor de escribir el
prólogo- se ha convertido en un verdadero éxito de ventas, y en los próximos
meses comenzará a rodarse el film documental que narra su vida y se titulará “Oscar
Watson: con el agua hasta las bolas”, dirigido por el surrealista cineasta
catalán Jordi Arnau.
Dentro de
los principales misterios que siempre han girado en torno a mi padre, se
destaca el interrogante acerca del carácter hereditario de su don. Pues bien, como único hijo quisiera
confesar que jamás he querido intentarlo, aunque ello no quita que en ciertas
ocasiones lo haya premeditado. A lo largo de mi vida he sostenido que cada
órgano vital tiene una función única e indispensable para nuestro organismo. De
hecho, cada vez que me alguien me preguntaba al respecto, solía contestar: -Una
cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa: relojero a tu reloj y zapatero a
tus zapatos.
Sin embargo,
hoy cumplo 22 años, la misma edad que tenía mi padre al momento de descubrir
las propiedades gustativas de sus testículos. Siento que ya soy lo suficientemente
maduro como para afrontar la respuesta, y que la intriga por fin me ha vencido;
quien sabe, tal vez cargue con su misma virtud. Es éste el instante de descubrirlo,
y por eso, ya tengo la bragueta baja y el vaso con agua preparado delante de mí.
Ha llegado la hora.
¡Salud,
compañeros!
2 Comments:
At 7:39 a. m., Anónimo said…
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
At 8:50 a. m., Anónimo said…
buenisimo ger, me encanto =)
besos hermanito!
te adoro
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